Dr. José
Irureta Goyena
(1874-1947)
Carlos Real de Azúa, ANTOLOGÍA DEL ENSAYO URUGUAYO CONTEMPORÁNEO, Tomo I. Departamento de Publicaciones de la Universidad de la República, Montevideo, Uruguay, 1964, pp. 85-88. Transcripción: Arturo Rodríguez Peixoto José Irureta Goyena (1874-1947).
Parecerá tal vez extraña en una selección de estaíndole la concurrencia del Dr. José Irureta Goyena. Pero ocurre que, además delpenalista eminente que este letrado fue, del autor del código uruguayo másorgánicamente pensado y técnicamente más perfecto con que el país cuenta,Irureta era un cabal escritor y un ejemplo irremplazable de varias líneas deinterés –temáticas e ideológicas– que han pesado decisivamente en nuestrahistoria. Abogado de grandes intereses privados en actividad que no dejó delevantar violentos enconos, centro del bando positivista en materia penal,hombre más bien duro y parado sobre sí mismo, portavoz deliberado y metódico delsector patronal agropecuario en cuyas asambleas tomaba anualmente la palabra conoraciones que fueron calificadas de discursos de la corona, tuvo igualmenteocasión de despedir en su último tránsito a todos los poderosos del país, siendoen este aspecto una especie de Bossuet laico de nuestras “clases vivas”.Viéndosele en un todo, es fácil advertir que Irureta Goyena encarnó ese tipo dejurista que –pieza maestra de un sistema social– puede darse el lujo deprescindir de todo partidismo político porque siempre es hombre de consejo enesas entretelas de un régimen en las que las grandes decisiones son adoptadas.Acorde a ello, Irureta prefirió ejercer su múltiple acción en ciertos ámbitoscuya yuxtaposición podría no tener nada de arbitraria (Corte Electoral, Colegiode Abogados, Federación Rural, instituciones pro-británicas, Instituto Uruguayode Derecho Internacional, Banco Comercial, etc.). En este sentido, cabe afirmar,y no es importancia pequeña, que Irureta fue el organizador más conspicuo de losintereses propietarios del país en contundentes “grupos de presión”parapolíticos, esfuerzo persistente en él tras el fracaso de sus primerosproyectos de una fuerza partidaria independiente, de sello capitalista yruralista. Irureta asume así, a la vez, la corriente del ruralismo conservador(véase noticia sobre Martínez Lamas, in fine) y la de ese individualismocapitalista liberal, empresario, cultor de la “energía”, de la “libreiniciativa” que suele calificarse en otras partes, erudita pero precisamente, de“manchesteriano”. Tales corrientes han caído, y este descenso no es cosa de hoy,en tan desesperante banalidad y en tan mentirosa unción que es difícil imaginarque alguien haya podido defenderlas con brío, autenticidad y desafiantefranqueza. Tal es, sin embargo, creo, el caso de Irureta Goyena y esto lo quepresta interés a sus páginas. Todos los temas –y los lemas– del pensamientoconservador pueden rastrearse en ellas y, sobre todo, en los discursos a lasasambleas rurales desde 1910 a 1919: la defensa del latifundio y el elogio delestanciero; la protesta frente a la política impositiva y al “fiscalismoasfixiante”; el anti-etatismo; la denuncia de la inflación burocrática; laantipatía por la política, los políticos y el “electoralismo”; la exaltación deltrabajo y del ahorro privado; la desconfianza hacia el proceso industrializador;la voluntad de atenuar (caso de los rancheríos) los males sociales del campo; lareivindicación de la tolerancia y la diatriba del sectarismo; la adhesióninquebrantable a Gran Bretaña y a su mercado comprador; la hostilidad alColegiado (del que Irureta afirmaría que era un máximo de gobernantes y unmínimo de gobierno). Finalmente, en una vuelta singular pero no imprevisible,aparece, desde 1923, en sus textos de la tercera década una posturaantimperialista de tipo empresario dictada indisputablemente por la protesta delos ganaderos que se sienten explotados por el “trust” del frío y su política deprecios (en una situación que culminaría hacia 1928 con la creación del“Frigorífico Nacional”). El fondo de su pensamiento, tal como puede inducirse desus obras técnicas y de los Discursos publicados tras su muerte, en 1947, porlas instituciones que promoviera, era el positivismo, pero un positivismoatemperado por una postulación “iusnaturalista” en todo lo que tendiera adogmatizar la permanencia de los intereses y los ideales con los que su acciónse consustanció. Pero aun podrían precisarse mejor los supuestos en que descansauna postura ideológica cuya importancia, si bien remanente, parece obviodestacar. Entonces, a lo ya apuntado habría que agregar –en concepto deingredientes no rigurosamente sistematizados– a Nietzsche, difuso magisterio detodo el 900 y a la línea del liberalismo (conservador) antirrevolucionarioinglés que tuvo su gran portavoz en Burke y a la que se aproxima Irureta en susencomios de la voluntad y el instinto sobre la inteligencia racional, de latradición continuadora sobre la creación “ex nihilo”, en su vitalismo y su“realismo” contra todas las “ideologías”. En esta dirección, el pensamiento deIrureta integra una original veta intelectual uruguaya en la que, incluso,podría marcarse un costado radical (Figari) y uno conservador (Reyles, Herrera,el mismo autor presente). Una veta, es seguro, de mayor influencia real que ladel evaporable idealismo ariélico. El texto de Irureta Goyena seleccionado aquíes parte de una conferencia pronunciada en la Academia Nacional de Letras(cuerpo del que fue fundador y en el que ocupó un sillón en el que luego lecontinuarían Eduardo J. Couture, Carbajal Victorica y Justino Jiménez deAréchaga). Muestra algunos de los trazos más firmes de su estilo de orador y deensayista, entre ellos un inteligente manejo de la cita, ni rebuscada ni maniday muy estratégicamente colocada. Señala también su proclividad –síntoma al finde su formación positivista– por el empleo de comparaciones extraídas de laciencia y, sobre todo, del pensamiento organicista. El discurso gira en torno alcontraste de Libertad, Igualdad y Fraternidad y apúntese desde aquí que aúnaceptándose que es (y especialmente era) un tema vivo de la ortodoxiademocrática no puede dejar de estar teñido de cierta artificialidad, sin unprevio deslinde de las acepciones que se manejarán, esta logomaquia de trestérminos tan uberosos y multívocos. Reflejan también estas páginas de Iruretaalgunos aspectos muy esenciales del pensamiento conservador a lo angloamericanoal que el autor, como otros hombres de su época y su clase (Martín C. Martínez,Juan Andrés Ramírez) se afilió. Uno es la firme convicción en la “naturaleza delhombre” y el correlativo escepticismo en su labilidad, en su capacidad desustancial transformación. La fe individualista en la capacidad está inscritaaquí en una visión, muy siglo XIX, del contraste entre construcción comunista yenergía individual. El planteo es abstracto, genérico y la tesis de la capacidady la nivelación prescinde de ajustes tales como los del “para qué”, el “cómo”,el “qué”, el “cuántos” y el “dónde”. De cualquier manera –y señálese al pasarque no hay aquí el horror extrarracional y sagrado al comunismo que los vocerosposteriores a él tratan de fomentar– el problema general (y el más concreto delos “estímulos” y los “premios”) tiene una aguda y permanente vigencia en lassociedades centralizadas, colectivizadas y planificadas, como con los ejemplosde la U. R. S. S. y China Popular podría mostrarse. Igualmente cabe apuntar queel texto, de 1944, rezuma en ciertos pasajes el lenguaje de 1910. Así esasficciones del socialismo, esas paradojas del comunismo, esos dispersivosextravíos del anarquismo; así el propio simplismo del esquema, basado en trespuntos: la identificación de la riqueza con los ricos; la pregunta de si no hayricos ¿quién ayuda a los pobres?; la corolaria interrogación de ¿quién soportael peso muerto de los ineptos...? Los peligros de la Fraternidad, en unasignificación más amplia, serviría para marcar el contraste entre el liberalismodemocrático, de importación individualista y capitalista y las formas de lademocracia radical de masas que el jacobinismo francés primició, que tuvieron suexpresión nacional en el Batllismo de las primeras décadas del siglo y respectoa las cuales las corrientes marxistas (o “social-comunistas”) no podíanaparecer, a contextura mental como la de Irureta, más que como una superlativapero lógica conclusión.
" Un país que corta sus amarras con el pasado, es un país que se muere una vez en cada generación, que empieza y no continúa, que se olvida de lo que iba diciendo, que vive solo en el presente, que es la manera de no haber vivido nunca y de no llegar a vivir jamás...."
Entre dos ráfagas
Calló el viento. Y oí que un anciano le decía a un joven, que parecía interrogarlo:
Se justo, pero no te dejes oprimir por la justicia;
Se bueno, pero no te dejes desbordar por la bondad;
Se veraz, pero no te dejes someter por la verdad.
La santidad, tiene cien puertas como las de Tebas abiertas sobre el infierno, y solo un estrecho pasadizo sobre el cielo.
La virtud, es el bien ejercido con moderación; la acción, es la pausa, el ritmo, y la continencia en el esfuerzo No te detengas en tu marcha, como si alguien te cerrara el paso; no te precipites en ella, como si alguien te persiguiera.
Mezcla el movimiento con el reposo, de modo que: el primero no te arrastre a la fatiga, y que el último, no te conduzca a la letargia.
Siempre se llega, cuando la meta es allí, donde las fuerzas se concluyen, y no existe obligación de llegar antes o después, ni consigna de sobrepasar a nadie.
Pon un poco de arbitrariedad en tu rectitud; un poco de egoísmo, en tu caridad; un poco de crítica, en tu fe; un poco de disimulo, en tu lealtad; un poco de aflicción en tu alegría....
Esa rectitud, será fiel a la justicia; esa caridad, no extenderá el infortunio; esa fe, te salvará del excepticismo; esa lealtad no traicionará nunca tu corazón; esa alegría, hará que tus tristezas, te parezcan menos tristes.
Vive, como desearías vivir, si solo te distanciara de la muerte, el breve espacio de un sueño. Asómate, de vez en cuando al borde del abismo que intercepta todos los caminos, asómate repito, y deja que la paz que emana de su seno, se infiltre un poco en tu existencia.
Serena tu vida, serénala, hijo... Es lo único, que puedes hacer por su belleza, por su pureza, por su fecundidad y quizá también por su alegría.
Calló el anciano, pero como en ese mismo instante, rompiera a ulular el viento, no oí lo que el joven le decía, no obstante que algo le decía.
José Irureta Goyena – Mvdeo. 31/VII/24
Dr. José Irureta Goyena (Hijo)En el Acto de Homenaje a la Memoria del Doctor José Irureta Goyena (hijo) Discurso del Dr. Daniel García Capurro (24/8/1955) Finalizando su discurso el Dr. García Capurro (en representación del Banco Comercial), recordaba al año de su muerte, un especial momento vivido a pocas horas del fallecimiento de JIG (h). Entiendo es oportuno compartirlo con todos uds., fundamentalmente para que lo trasladen a las generaciones futuras, no solo familiares sino en gral., ya que como verán, son lecciones de vida que nos dejara nuestro Abuelo –más allá de aquellas impartidas en el orden académico y/o de sus virtudes profesionales. Si bien no tuvimos la suerte de conocerlo en vida -ya que se fue muy joven, estos sabios consejos, nos acercan a él. Decía García Capurro: “En cuanto a mi se refiere, nunca lo sentí a Irureta (hijo) después de su muerte más junto a mí, que aquella tarde en que, poco después de haberse ido, estuve al lado de su señora y de sus hijos cuando abrieron el cajón más privado de su Estudio, para recoger lo que él contuviera de cosas personales, de recuerdos, de instrucciones, de esos consejos que un hombre suele dejar cuando se siente morir. En el hondo silencio de la pieza llena todavía de su aliento, fueron pasando uno a uno a las manos temblorosos de los suyos, escritos, borradores, apuntes, memorias de juventud…y sentí como si el alma misma del ausente pasara suavemente a la de aquellos seres quienes tanto quiso. Vivo otra vez el instante. Un grueso fajo de papeles ha sido retirado y al cabo de la melancólica cosecha, el cajón ha quedado vació. Ha quedado vacío, y, sin embargo, queda un papel todavía…Es una hoja pequeña, escrita por Perucho con el pulso vacilante de sus últimos tiempos, quizás de sus últimos días con un lápiz que ya obedecía mal a la mano, pero aplicado a escuchar lo que dictaba el corazón. Y dice así: “Hijos míos: Yo los quiero mucho y si algo me aflige al arrimarme al abismo cada vez más próximo, es pensar que nada quedará de mí, si no es en el espíritu de Uds. mismos, para alentarlos en el camino que deben recorrer. He procurado abrirles la senda; pero en los tiempos que asoman; nadie gozará de bienestar que no conquiste o defienda su propio esfuerzo. Confíen en su esfuerzo. Por absurda que se torne la organización social, siempre sobrevivirán los que se ayuden a si mismos, sin esperar del auxilio ajeno”. Y esa fue la última lección de Irureta (hijo). La que junto a sus hijos, ojalá sea aprendida por todos los que tienen su misma edad. La lección más breve pero también la más emocionada y profunda de todas las suyas, la que dictó apremiado ya por la hora de partir, cuando sólo queda tiempo para enseñar lo que más vale la pena de entre todo lo aprendido durante una vida ilustre como la suya, perpetuada por esta placa, que el Banco Comercial ha mandado fundir, nó para que lo ayude a recordarlo, sino en calidad de testimonio de que no ha de olvidarlo jamás.”
EN EL ACTO DE RECORDACIÓN YHOMENAJE A LA MEMORIA DE LOSDres. JOSÉ IRURETA GOYENA y JOSÉ IRURETA GOYENA (h)-
UNIVERSIDAD DE MONTEVIDEO -10 de octubre de 2008.
Palabras del Dr. Ignacio Irureta Goyena:
Breve semblanza de los Dres. José Irureta Goyena Anza y José Irureta Goyena (h)
Señor Rector, Sr. Decano y demás autoridades de la Universidad de Montevideo, haremos una breve semblanza de los dos profesores que hoy recordamos. José Irureta Goyena nació en 1874 en la Villa de la Unión. Su padre, Antonio José, oriundo de Guipúzcoa, se estableció a mediados del siglo XIX en campos del departamento de Florida, Su madre, Justa Anza, también perteneciente a una familia vasca radicada en el departamento de Florida. Irureta Goyena, huérfano de padre en plena niñez, inicia su educación en el Seminario y según nos relata su amigo el Dr. Juan Andrés Ramírez en el diario El Plata, debe abandonar dicho colegio a pedido de sus profesores quienes piadosamente hacen saber a sus familiares que se trata de un alumno con escasas condiciones para el estudio y que sería mejor dedicarlo a otros asuntos. Ingresa entonces en el Colegio Pío y conoce a Monseñor Lasagna a quien agradecería en discurso de 1946 que fue quien lo impulsó en la lectura y posteriormente en los estudios para ingresar a la Universidad. (En ese homenaje, representó en la figura de Monseñor Lasagna las virtudes del sacerdote cristiano, expresando “que la virtud se mide por el diámetro de los renunciamientos y el sacerdocio en si mismo encierra una solemne abjuración del egoísmo”. Bien pudo decir Irureta de Monseñor Lasagna lo que dijera años antes de otro maestro, “que el que enseña en este país enseña dos veces, porque trasmite lo que sabe y enseña el desinterés, que es quizá la más alta de las enseñanzas...”) En marzo de 1903 se recibió de abogado y no tardó entonces en obtener por concurso la cátedra de derecho penal, iniciando una brillante carrera universitaria, aunque sin abandonar nunca su vocación por el campo. Fue maestro del derecho, pues como dijo el Dr. Couture “enseñaba a los que nos enseñaban”. Fue codificador; integró el Consejo de la Universidad y fué Decano de la Facultad de Derecho; y fué hombre de letras, autor de ensayos sociológicos y filosóficos. De su tarea como profesor diría con el humor y la ironía con que juzgaba sus propios actos,: “Al principio enseñé demasiado y mis alumnos aprendían poco; después enseñé menos y aprendían algo más; al final he procurado que aprendieran ellos mismos que es como se enseña y aprende mejor. Y en otra ocasión algo menos solemne: Fuí también profesor e hice lo que pude, como sabía poco, enseñaba naturalmente poco. Pero como lo poco que enseñaba lo sabía bien, mis alumnos se mostraban agradecidos, no tanto por lo de bien sino por lo de poco.” Pero a la vez fue hombre de acción, abogado militante, de intensa labor profesional, director de importantes empresas, fundador de instituciones. Y también vinculado a la causa pública. Nuevamente recurro al Dr. Eduardo J. Couture quien al ocupar el asiento de Irureta en la Academia Nacional de Letras expresó que fue “un alma múltiple”. “Nunca fue presidente, ni ministro, ni legislador, ni magistrado, ni periodista, pero fue confidente y consejero de todos ellos; pudo haberse dicho que más de una vez gobernó el país desde sus consejos”. Simultáneamente fue – comparable a Don Domingo Ordoñana – el mayor ideólogo de la causa rural, de la unidad rural; sus ideas de un conservadorismo original, que permanentemente abogaba por mejores condiciones para el empleado rural, su confianza en el individuo y su amor por la libertad, de innegable raigambre vasca, se hallan expuestas en numerosos discursos que fueron calificados como “los discursos de la corona”; él representó la ideología del liberalismo económico y antiestatista. Su vocación en este terreno lo llevó a presidir la Asociación Rural en 1909- 1910 y posteriormente en 1916 a fundar (junto a Carlos Reyles y Victorica) la Federación Rural, institución que reunió a todas las sociedades rurales del interior, fortaleciendo con dicha unión la causa de los rurales, y de la que fue el primer presidente y presidente honorario. Es en este que sentido puede decirse que fué un hombre de dos mundos. El mismo describiría esta múltiple faceta de su personalidad, en una especie de autodefinición, expresando que él se sentía “ganadero entre los abogados y abogado entre los ganaderos”.- Tribuno elocuente, seductor de auditorios, su asombroso dominio del idioma, junto a su enciclopédica cultura, pudieron hacer de él un notable escritor. De sus condiciones de orador diría en tono irreverente “...yo no soy orador - y como ciertas damas – agregó : no se halla en este momento, en la sala ninguna de ellas – que necesitan vivir cuarenta años para cumplir veintidós,- yo requiero para estructurar un discurso de media hora, la fatiga exhaustiva de casi una semana”. A través de esa múltiple personalidad y acción gravitó decisivamente en nuestro país en la primera mitad del siglo XX. - Codificador, autor del Código Penal y del Código Penal Militar vigentes. - Fundador junto a Sir Eugen Millington Drake de la Alianza Cultural Anglo Uruguaya, y por su apoyo a la causa aliada y a Gran Bretaña durante la 2ª. guerra, condecorado con la Orden del Imperio Británico en el grado de Comendador. - En épocas de turbulencia política, para ofrecer la mayor garantía a todos los ciudadanos, se le designó para presidir la Corte Electoral. - Fundó y fue su primer Presidente y Presidente Honorario del Colegio de Abogados. - Académico de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España. - Recibió numerosas condecoraciones entre las que se destaca la Orden del Sol de Perú. - Presidió representando a Uruguay varias delegaciones a Congresos Jurídicos Internacionales y en tal carácter presidió el Congreso de 1941 en el que se celebrara el vigente Tratado de Montevideo de Derecho Internacional Privado. - Miembro de la Academia Nacional de Letras, institución en la que pronunció una conferencia que contiene uno de sus más destacados ensayos filosóficos : “Los peligros de la fraternidad”.- - Entre sus ensayos y estudios sociológicos y filosóficos también corresponde destacar “Una Conversación sobre la Patria. A su fallecimiento en febrero de 1947, el gobierno dispuso tributarle honores de Ministro de Estado, y apoyar la iniciativa de perpetuar su memoria en el bronce en una plaza de la capital. Señores, nos honra con su presencia en la sala, el Dr. Gonzalo Aguirre Ramírez, fiel continuador de la ilustre tradición de los Ramírez en el Uruguay y nieto de aquel insigne periodista, profesor y legislador que fue el Dr. Juan Andrés Ramírez. Irureta y Ramírez fueron fraternos amigos. Irureta diría de Ramírez “Yo no se de un hombre al que este país le deba tanto. La libertad, la democracia, la familia, la moralidad, el trabajo, el orden y la propiedad, no han tenido en el Uruguay defensor ni tan agudo, ni tan documentado, ni tan sincero ni tan tenaz. Por todo ello se inclinaba en homenaje “...ante este amigo, tan chico como se decía de Lloyd George, del mentón para abajo, y tan grande del mentón para arriba”.) Haremos ahora referencia a la personalidad de Irureta (hijo) profesor de Derecho de Familia y Sucesorio. Nació en 1903 graduándose de abogado en 1926, siendo admitido al año siguiente como Aspirante a Profesor Agregado de Derecho Civil. En 1931 el Consejo de la Facultad le encarga interinamente el curso de Derecho de Familia y Sucesorio viniendo así a suceder, poco después - ya entonces en forma definitiva - a profesores de la talla de Guillot, Lagarmilla, Secco Illa y Reyes Pena. Comienza entonces Irureta (hijo) la obra que habría de prestigiarlo dentro y fuera de fronteras: sus cursos sobre el Derecho de Familia y Sucesorio que comprenden Matrimonio y Filiación, Sociedad Conyugal, Sucesión Testamentaria, Disposiciones Comunes a la Sucesión Testada e Intestada, y Asignaciones Forzosas. Salvo estas dos últimas obras, las anteriores constituyen la publicación de las versiones taquigráficas de sus cursos, si bien autorizadas y revisadas por el profesor, nunca las corrigió, a pesar de lo cual adquirieron trascendencia de un verdadero tratado). En palabras del Dr. Hugo Gatti, quien sucedería a Irureta en la cátedra, “aparecen por primera vez en nuestra Facultad de Derecho cursos dictados a la manera, comparables y hasta superiores en algunos aspectos a los de los grandes juristas franceses, como Capitant, Mazeaud y otros.” También fueron publicados en revistas jurídicas estudios sobre (Concubinato Notorio, Excepción Plurium y Mala Conducta, Caducidad de la Acción de Divorcio, Diferencias entre Caducidad y Prescripción, art. 183 del Código Civil, El Modo en la Disposiciones Testamentarias, La Dote, etc. ) Tiene particular interés su conferencia pronunciada en el Paraninfo de la Universidad sobre el Dr. Eduardo Acevedo y La Codificación. Integró las Comisiones revisoras del Código Rural (de García Acevedo sancionado en 1941) y del Código de Procedimiento Civil, y del Código del Niño. En 1944, en sus propias palabras, temas más perentorios aunque menos trascendentes lo van alejando paulatinamente de la cátedra. Su estudio jurídico y la dirección de importantes empresas, le restan el tiempo necesario para la enseñanza. Al producirse su fallecimiento en 1954 la facultad de Derecho y Ciencias Sociales dispuso por iniciativa de su decano Dr. Couture la realización de dos homenajes: Uno, consistente en confiar al Dr. Hugo Gatti, discípulo y sucesor de Irureta en la cátedra, la publicación revisada del volumen inédito sobre Legítimas, Acciones que amparan a los Legitimarios, Reducción de Donaciones Inoficiosas, Reforma del Testamento y Colación, el que fuera publicado en 1964. El otro homenaje, primero de esta especie en nuestro medio, consistente en la publicación de un conjunto de estudios jurídicos a cargo de catedráticos de la época, en su honor y memoria. En fecha más reciente, 1988, con la invalorable colaboración de la Dra. Mabel Rivero, quien también nos honra hoy con su presencia, y el asesoramiento del Dr. Vaz Ferreira, se vuelven a publicar varios de los tomos correspondientes a sus cursos. Sólo nos resta agradecer en nombre de los familiares de los Profesores del Derecho Dres. Irureta padre e hijo, a la prestigiosa Universidad de Montevideo este acto académico en su recordación y homenaje. Lo hacemos en la persona de su Rector Dr. Mariano Brito, de su Decano Dr. Nicolás Etcheverry y demás integrantes de su Consejo, extendiendo nuestro reconocimiento a los Profesores Dres. Miguel Langón y Walter Howard quienes con sus palabras han contribuido al realce de este acto.
"Fuí también profesor e hice lo que pude, como sabía poco, enseñaba naturalmente poco. Pero como lo poco que enseñaba lo sabía bien, mis alumnos se mostraban agradecidos, no tanto por lo de bien sino por lo de poco.”